Aprender a comunicarnos implica aceptar que hay un “otro” además de mí, que me va a escuchar y que interpelará lo que le he dicho. Por tanto, afuera de mí hay un interlocutor al que también tengo que aprender a escuchar. La pluralidad de interlocutores es tan variada como seres humanos hay en este mundo, por lo que hemos de aprender a diseñar diferentes discursos, diálogos, conversaciones y enunciados orales y escritos que puedan ser descifrados, entendidos y captados por una infinidad de tipos de interlocutores.

Por ello, la competencia comunicativa cada vez más se hace necesaria, tanto a nivel personal como profesional, laboral, cultural, político y social, pues las sociedades están conformadas por interlocutores sumamente complejos y variados.

Una buena comunicación entre los seres humanos debe partir de la consigna de escuchar al otro con respeto y tolerancia, posibilitando que éste exprese de manera honesta, respetuosa, flexible, comprensiva y clara los intereses y sentimientos que lo rigen. El intercambio mutuo de información, ideas, opiniones, sentimientos o emociones permitirá siempre que las sociedades logren un crecimiento social, democrático y humano.