La palabra “deontología” deviene de la palabra griega δέον, δέοντος (déon, deóntos), que significa “el deber”, y el sufijo logos, que significa “tratado” o “ciencia”. Este término fue usado por primera vez por el filósofo inglés Jeremy Bentham en su obra Deontología o ciencia de la moral (1834). La deontología es el tratado del actuar correctamente y de lo que “debe ser” en un trabajo, una profesión, oficio o ámbito laboral, en donde el objetivo es determinar normas, preceptos y reglas que regulen la conducta y el desempeño laboral encaminado hacia lo que es recto y apropiado.

En este sentido, la deontología profesional determina los deberes mínimamente exigibles y máximamente alcanzables en un profesionista al ejercer su profesión.

En el caso de la deontología profesional académica, se refiere al “deber ser” en el ámbito escolar o educativo, y, por lo general, se le relaciona con la integridad académica y los valores éticos de una institución educativa. Sus principales integrantes han de ser alumnos y profesores, pero también se incluyen investigadores, bibliotecarios, personal administrativo y todos aquellos que laboren o tengan relación con ella.

Si bien la deontología profesional persigue objetivos positivos y deseables de conducta profesional responsable, la falta de ellos implica la incursión en delitos o daños gravosos del código deontológico, por lo que implícitamente en éste se incluyen medidas sancionatorias disciplinarias que aplicarán a todo aquel que incumpla con los dictados de la norma y demás instrumentos autorregulativos.

 

 

Hay que tener presente que la ignorancia muchas veces nos puede eximir de culpas, pero ello no es motivo para seguir cometiendo errores. De ahí que conocer la moral profesional nos ayuda a aplicar en nuestra profesión y deberes labores los principios morales generales que rigen la conducta en el ambiente en el que prestamos nuestros servicios.