La competencia comunicativa es una potencialidad del ser humano para relacionarse adecuadamente con los demás, se expresa en tres dimensiones: la afectivocognitiva, la lingüística y la sociocultural. Dell Hymes en su obra Competencia comunicativa (Pride and Holmes eds., 1972, Sooiolinguistics. Harmondsworth: Penguín, pp. 269-293) afirma que la competencia comunicativa comprende a su vez cuatro competencias: la lingüística, la socio-lingüística, la discursiva y la estratégica.
La competencia o capacidad comunicativa es el conjunto de habilidades, procedimientos, técnicas, hábitos y/o actitudes para la producción, emisión, recepción e interpretación de mensajes a través de diferentes canales. Comprende no sólo el uso adecuado del lenguaje, sino también la creatividad mental y emocional, la interpretación de los códigos, el dominio de habilidades tales como la observación, la empatía, la escucha activa y la expresión oral, así como de la exégesis (explicación o interpretación) de los enunciados del habla y la actuación, todo lo cual debe lograr una comunicación eficiente para el entendimiento mutuo, en un ambiente práctico, cognoscitivo, holístico, integrador y social. Se le ha nombrado también bajo los términos competencia sociolingüística, competencia discursiva y competencia estratégica. Esta competencia es estudiada por la Psicología, la Pedagogía, la Lingüística y la Sociología.
En la competencia comunicativa intervienen tres grandes elementos: la situación o contexto, el discurso y el lenguaje. La situación hace que el sujeto que se está comunicando pueda o no construir un discurso, y esto es en función de los sujetos, el ambiente, el lugar y todas las circunstancias que lo pueden afectar. El discurso hace que el comunicador sea capaz de transmitir un mensaje de manera adecuada para ser recibido de igual forma, con coherencia y sentido. Y el lenguaje permite que quien recibe el mensaje pueda interpretarlo satisfactoriamente.
Las competencias comunicativas, tanto orales como escritas, permiten transformar y construir el conocimiento y no solo reproducirlo o repetirlo para memorizarlo, sino también crear posturas críticas y argumentos fiables; incorporar dimensiones pragmáticas; contemplar siempre aspectos globales y colectivos; enfocarse hacia textos o discursos refinados; así como esperar la retroalimentación entre la lectura, la escritura y la oralidad como un proceso productivo de aprendizaje y de construcción de saberes.
En la eficiencia profesional y laboral, la competencia comunicativa ha tenido una importante presencia, y se ha vuelto necesaria en los tiempos actuales, porque el sujeto participa en diferentes contextos comunicativos que le exigen una mayor capacitación, preparación y desempeño, así como participar armónicamente en su vida social y laboral. El profesional tiene que dominar una adecuada interacción comunicativa a partir de la integración de los conocimientos que posee, las habilidades comunicativas, principios, valores, actitudes, voluntad, observación, empatía, escuchar proactivamente y saber expresarse oralmente para desempeñarse en su profesión eficientemente en las dimensiones afectivocognitiva, comunicativa y sociocultural.
La dimensión cognitiva es la parte informativa de la comunicación, y la dimensión afectiva es la parte emocional que desarrollamos cuando emitimos y recibimos un mensaje. Al poseer determinados conocimientos, habilidades y capacidades para conocer algo por medio de la percepción y los órganos del cerebro, ponemos en práctica todo un proceso mental que incluye el pensamiento, el aprendizaje, la atención, la comprensión, la percepción, la interpretación y la memorización, entre otras, para recibir, procesar y elaborar la información, a fin de interactuar y comprender el entorno.
Una buena comunicación se lleva a cabo cuando la dimensión cognitiva se pone en juego entre el emisor y el recetor del mensaje, y están de por medio, entre otros muchos factores cognitivos, la inteligencia, las habilidades (intelectuales, matemáticas, teóricas, mentales, físicas o motoras, incluso las interpersonales), las aptitudes y los conocimientos, con diferentes niveles de incidencia operacional, funcional, estructural o sistémico.
Por otro lado, la dimensión afectiva está basada en lo que se llama “vínculo afectivo”, que es construir lazos de socialización sanos e integrales con las personas por medio de relaciones de aceptación, amor, apoyo, cariño, comprensión, empatía, solidaridad, tolerancia, entre otros, que permiten una sana comunicación, tratamiento, conductas e interacción entre ellas. Una comunicación basada en lazos afectivos sólidos e integrales, permiten que las personas convivan sanamente, existan sentimientos de confianza y seguridad entre ellas y fomentan la autoestima personal, formando bases seguras para vínculos futuros.
Las dos dimensiones, afectiva y cognitiva, propician un proceso de la comunicación sano, fructífero, diverso, fortalecido y constructivo, que permite el despliegue del potencial humano en tres esferas principales: la familiar, la social y la cultural.
El hablante u orador no espera que después de su discurso el oyente se comporte pasivamente, y que, si comprendió el discurso, esa comprensión se quede en su cabeza. Espera, antes bien, que el escucha emita una contestación, ya sea con su consentimiento o con su objeción, y ciertamente espera que se problematicen los asuntos y se discutan para aportar algo nuevo.
Bajtín llama a los interlocutores como “dialogantes”, y a los enunciados que emiten como “réplicas”, las cuales, en un diálogo se intercambian y sustituyen mutuamente; cada réplica expresa cierta posición del hablante, por ejemplo, de afirmación, objeción, consentimiento, proposición, aceptación, cumplimiento, etc.
Por ello, entre las capacidades de la comunicación interpersonal de los sujetos, se encuentran la empatía frente a opiniones diversas a las nuestras, reconociendo la autenticidad (mayormente posible) de los mensajes; la expresividad afectiva y no reprobatoria; la comprensión empática, tanto cognitiva como emocional hacia los demás; y la tolerancia ante las diferencias.
En la comunicación, el receptor empático del mensaje tiene las siguientes actitudes:
La teoría de los actos de habla fue desarrollada dentro del área de la filosofía del lenguaje por John Langshaw Austin, en su obra Cómo hacer cosas con palabras (Inglaterra, 1962, edición póstuma, a partir de conferencias en 1955), y posteriormente por su discípulo John Searle en su libro Actos de habla (1969). La obra de Langshaw dio lugar a la lingüística pragmática contemporánea y a la filosofía del lenguaje.
La frase clave de esta teoría es “hacer algo al decir algo”, y se resume en tres actos:
Valores que pueden adoptar los verbos de un acto ilocutivo |
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Verbos de judicación, o judicativos |
Acto de emitir un veredicto, ya sea por un jurado, por un árbitro, etc. Pueden consistir en una estimación, un cálculo o una apreciación acerca de algo. |
absolver, condenar, dar por establecido, juzgar, determinar, calcular, estimar, valuar, diagnosticar, etc. |
Verbos de ejercicio, o ejercitativos |
Consisten en el ejercicio de potestades, derechos o influencia. |
designar, votar, ordenar, instar, aconsejar, prevenir, degradar, mandar, reclamar, abogar, legar, recomendar, sancionar, proclamar, etc. |
Verbos de compromiso, o compromisorios |
Consisten en prometer o comprometer a alguien a hacer algo, pero incluyen también las declaraciones o anuncios de intención, que no son promesas, y también cosas vagas, que podemos llamar “adhesiones”, tales como tomar partido, salir en defensa de alguien o algo, etc. |
prometer, hacer voto de, pactar, etc. O frases como: “doy mi palabra”, “me propongo”, “juro”, “aseguro que”, “apuesto a que”, “consiento”, “me pronuncio por”, etc. |
Verbos de comportamiento, o comportativos |
Tienen que ver con las actitudes y con el comportamiento social. |
disculparse, agradecer, felicitar, elogiar, dar el pésame, maldecir y desafiar, etc. |
Verbos de exposición, o expositivos |
Se usan en los actos de exposición que suponen expresar opiniones, conducir debates, y clarificar usos y referencias. Ponen de manifiesto el modo cómo nuestras expresiones encajan en un argumento o conversación, cómo estamos usando palabras. |
afirmar, negar, etc. O expresiones como “contesto”, “arguyo”, “concedo”, “ejemplifico”, “supongo”, “postulo”. etc. |
Dell H. Hymes en su obra Competencia comunicativa (Pride and Holmes, eds. 1972, Sooiolinguistics. Harmondsworth: Penguín, pp. 269-293) afirma que la competencia lingüística se enfoca en el aspecto verbal y pragmático; es “la habilidad para usar la lengua”, pero vinculada a la actuación del sujeto dentro de un espacio sociocultural. Este último aspecto no lo había incluido Noam Chomsky (Aspectos de la teoría de la sintaxis, MIT Press, 1965). En la competencia comunicativa se espera que el orador tenga la capacidad de comprender un amplio repertorio lingüístico dentro de un contexto determinado, lo cual le implica conocer bien un sistema lingüístico, los códigos verbales, sintácticos, semánticos, morfológicos y léxicos en función de contextos distintos y de situaciones de comunicación determinadas.
Los lenguajes verbal, corporal y emocional tienen características diferentes, pero sin duda siempre van de la mano.
Ya hemos dicho que la comunicación verbal se desarrolla por medio del lenguaje, los enunciados y las palabras, todos los cuales están articulados y se expresan por medio de medios orales y/o escritos, con la finalidad de lograr la comunicación. La oralidad es efímera, aunque con las tecnologías los discursos orales han podido quedar reservados y resguardados. Su producción es espontánea, como una conversación, por ejemplo, e inmediata.
Pero también el lenguaje corporal, desde tiempos ancestrales fue el medio por el que el ser humano se comunicaba, utilizaba gestos, sonidos guturales, mímica, dibujos en soportes naturales como la madera o las piedras, y muy posteriormente en papel; también movimientos del cuerpo, señas realizadas con las manos y dedos, determinadas posturas del cuerpo, cambios en la mirada, etc.
El lenguaje corporal, sin duda, también “habla”, dice qué condición emocional hay dentro de la persona. Por eso, es necesario saber interpretar el lenguaje del cuerpo, tanto el propio, como el ajeno, durante un proceso de comunicación. Por ejemplo, si durante tu discurso observas que el público está sentado muy relajadamente, con la barbilla hacia abajo y los brazos cruzados sobre el pecho, debes saber que tu discurso no está siendo bien recibido, no se te está entendiendo o lo que dices no es de interés, y, por tanto, tu mensaje no está siendo transmitido adecuadamente. Eso te obligaría a aceptar que el lenguaje corporal de tu auditorio te está indicando cambiar tu discurso o darle otro enfoque.
Asimismo, el lenguaje corporal que tú estás transmitiendo al público tiene que ser dominado por ti en el momento de tu exposición, el manejo de tu postura, tus gestos, el movimiento de manos señalando o indicando algún punto importante, los movimientos de cabeza y la expresión facial, les dirán también muchas cosas a tus oyentes.
Por otra parte, el lenguaje emocional dice mucho de lo que sentimos y por qué lo sentimos, tanto a nivel personal como individuos, como a nivel colectivo como una sociedad. Las emociones también “hablan” de cómo el ser humano se adapta a diferentes situaciones y a su entorno, y de los estímulos que produjeron diferentes y distintas emociones y de su consecuente comportamiento. De esta manera, en el momento de un discurso oral, la persona que está hablando también deja entrever sus emociones.
El lenguaje de las emociones también nos permite leer las emociones de los demás y de nosotros mismos, lo cual permea irremediablemente las interacciones con los demás y nuestro comportamiento. En relación con esto, el lenguaje corporal tiene mucho que ver con el lenguaje emocional, pues a través de gestos también se dejan ver las emociones. Si dominamos nuestro lenguaje emocional, podemos incluso influir en la mente de nuestro oyente y dejar en ella información que no se ha dicho explícitamente pero que sí infiere.
En resumen, para una buena exposición oral, el hablante debe saber dominar los tres tipos de lenguaje y sobre todo saber leerlos, y de acuerdo con lo que observe, deberá modificar su técnica, metodología, análisis y concepción de su discurso, de ser preciso en el momento mismo de su exposición, pero también con el paso del tiempo y conforme su adquisición de experiencias.
Para que el discurso oral esté dotado de una calidad adecuada, éste se debe basar en un texto gramatical, discursivo y lingüísticamente correcto, bien estructurado, ordenado, limpio en su estructura. Para poder escribir apropiadamente un texto, debes contar con competencias gramaticales tales como tener conocimientos sobre clases de palabras, sintaxis, semántica, léxico, morfología, retórica, los géneros, etc.
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Una vez teniendo tu escrito, para que tu exposición oral vaya acorde a él, deberás tomar en cuenta que la oralidad no es un calco de la escritura, no es perfecta en términos gramaticales ni reproduce fielmente el código escrito. En ella hay repeticiones, vacilaciones, silencios, vacíos, frases incompletas, digresiones, sinsentidos, discordancias, coloquialismos, ritmos atropellados, etc. Todo lo cual hay que tratar de evitar en la medida de lo posible.
Sin embargo, puedes mejorar tu discurso oral siguiendo los siguientes consejos:
Durante la exposición oral, el orador debe advertir, verificar y/o corregir su discurso, expresión y gestualidad para mostrar credibilidad y dominio del tema. El poner en práctica sus maniobras conversacionales o habilidades de la expresión oral correctamente, ayudará a que lo dicho sea creído por el auditorio.
En retórica, el último paso del discurso oral es la peroratio o conclusión. En ésta el orador lleva la clara intención de influir en el oyente, ya sea convenciéndolo, causando su compasión o su indignación. En otras palabras, el discurso debe ser lo suficientemente convincente y creíble para que el auditorio se conmueva.
Las pruebas son la mejor herramienta para que el discurso sea creíble, así como argumentos sustentados y basados en hechos demostrables, opiniones de expertos o recursos audiovisuales que den fe de lo dicho. Pero también se puede recurrir a frases como “sin duda”, “ciertamente”, “en efecto”, “como lo afirma el autor de tal obra”, etc. que ayuden a dar veracidad al discurso. Asimismo, se puede dar al final un resumen de los puntos clave como un elemento novedoso o interesante para fortalecer el recuerdo del oyente apelando a sus sentimientos y emotividad.
La competencia comunicativa, desde el aspecto sociocultural, se extiende a los principios, valores y actitudes del sujeto para desempeñarse en su oficio y/o profesión eficientemente; su voluntad para tomar decisiones oportunas ante situaciones complejas o nuevas debe ser lo suficientemente fuerte como para que le permita lograr sus objetivos trazados en diferentes contextos y en las dimensiones socioculturales y laborales. De acuerdo con D.H. Hymes, “la vida social afecta no sólo la actuación externa, sino también la competencia interna. Por lo tanto, los factores sociales deben ser incluidos dentro de la concepción del fenómeno del lenguaje” (Competencia comunicativa, Pride and Holmes (eds.) (1972), Sooiolinguistics. Harmondsworth: Penguín, pp. 269-293).
Es muy importante saber escuchar al emisor de un mensaje, pero este “saber escuchar” no es una actividad empírica, con el paso del tiempo se vuelve una habilidad y una aptitud. Escuchar a nuestro interlocutor comprende poner en activo todos los sentidos, la mente y las emociones, pues se crea entre ambos actores un espacio y un ambiente de interrelación positiva.
No olvides que la “escucha activa y proactiva” ayuda a que el proceso de la comunicación se lleve a cabo con éxito. Sin duda, si quieres que tu interlocutor te dé una respuesta asertiva, es indispensable que tú lo escuches de la misma manera. Recuerda que:
Un buen dirigente de la comunicación entre dos personas o un grupo de personas debe tener criterio propio sobre lo que se va a decir, cómo, cuándo y por qué se pondrán en discusión los temas de la conversación. Siempre habrá conflictos, por decirlo de alguna manera, entre los miembros de un canal de comunicación, simplemente por el hecho de que cada quien piensa diferente al otro. Si te tocó el papel de ser mediador, deberás resolver los conflictos generados y guiar la conversación en el mejor de los términos. Todos deben saber comunicar lo que se quiere de modo claro, preciso y efectivo, con la certeza que la comunicación oral se está logrando, es decir, que quien habla sea escuchado.
El rector de la comunicación debe conocer los lineamientos intrínsecos, latentes o expresos, que rigen la transmisión de los mensajes orales, por lo que debió previamente haberlos entendido, aceptarlos y razonarlos, a fin de que, en el calor de la discusión, modere pacíficamente la conversación y los mensajes sean transmitidos correctamente.
Durante tu discurso examina los gestos y posturas de tu interlocutor, porque ello te da idea de si te está entendiendo o captando tu mensaje, o no. Al escucharnos, nuestro interlocutor también toma posturas que nos pueden decir mucho. En ese momento podemos monitorear nuestro discurso a partir de distinguir si nuestro oyente mantiene una postura comprensiva, tiene calma reflejada en su cuerpo y en su rostro, y demuestra que nuestras palabras están alcanzando llegar a él sin encontrar resistencia. Si, al contrario, nuestro interlocutor demuestra desesperación, intolerancia, enojo, exasperación, impaciencia, etc., podemos observar que nuestro mensaje no está siendo captando como lo deseamos. Es en este momento cuando nos debemos detener a pensar si continuamos con nuestro discurso o lo debemos modificar o detener.
Debes estar consciente que cada persona piensa y actúa de distinta manera a nosotros y entre ellas, por lo que el discurso debe modificarse de acuerdo con muy distintas formas de ser y de pensar. Sin embargo, un discurso asertivo siempre será bien recibido independientemente del tipo de persona que sea nuestro interlocutor. Toma en cuenta que cada persona es diferente y que cada una cuenta con un bagaje cultural, información, fundamentos, valores, principios, sentimientos, experiencias, etc. muy diferentes.
Por ello, cuando termines tu discurso y comience la retroalimentación de tu interlocutor, mientras lo escuchas, puedes monitorear qué tanto tu discurso fue bien recibido o no. Analiza si tu interlocutor te entendió ideas completas o sólo captó palabras aisladas. Si bien es cierto que de ti no depende la capacidad de entendimiento de tu interlocutor, analiza si tu discurso estuvo bien estructurado y armado como para que el mensaje haya sido bien pronunciado.
Cuando termine tu participación oral frente a un grupo, evalúa tu desempeño o pregunta a alguien cómo percibió tu actuación. Examina los siguientes aspectos:
Recuerda que esta evaluación te ayudará a no repetir errores y mejorar progresivamente tu comunicación oral frente a un grupo. Ser asertivo en tu comunicación oral tiene como resultado alcanzar el entendimiento, comprensión y aceptación de nuestro discurso en los interlocutores. Si utilizamos palabras precisas, sencillas, claras, entendibles en el primer momento de la escucha, nuestro interlocutor captará de inmediato nuestro mensaje.
Recuerda que todo discurso está construido sobre la base del intercambio; sí, el intercambio de ideas, palabras, enunciados, pensamientos, posturas, opiniones, entre otros. En este sentido no hay cabida para imposiciones, sino al contrario, el enriquecimiento del individuo se logrará a través del intercambio para lograr el cambio. Pero tal como es el ser humano, como todo un universo complejo, el discurso y el lenguaje también lo son, y así ambos son muy subjetivos e igualmente muy complicados.
Por ello, lo que para uno pueden ser debilidades en el discurso oral, pueden ser fortalezas para otros, y lo mismo pasa con lo que algunos consideran fortalezas del discurso, que para otros pueden ser debilidades. Sin embargo, te presentamos algunas ideas de lo que pueden ser unas y otras que te puedan ayudar a identificarlas en tus momentos discursivos y dialógicos:
FORTALEZAS DEL DISCURSO ORAL |
DEBILIDADES DEL DISCURSO ORAL |
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Tener una postura asertiva, positiva, cordial, cortés, afable, sencilla. |
Tener una postura impositiva, ruda, antipática, negativa, hosca. |
Haber reflexionado previamente sobre el sentido que se quiere expresar. El sentido del enunciado está determinado tanto por la intención del emisor como por la reacción del destinatario. |
Haber realizado el discurso sin una clara intención. |
Tener un dominio de los niveles fonológico, morfosintáctico y lexicosemántico empleados en el discurso. |
Realizar un discurso sin clara consciencia del papel que juegan la fonética y la fonología (sonidos), la morfosintaxis, el léxico adecuado, la sintaxis correcta y sobre todo la semántica o significados reales de las palabras. Si el discurso no tiene definidos todos estos elementos, seguramente el interlocutor no entenderá el mensaje. |
Haber tomado en cuenta que el discurso debe llegar al entendimiento del máximo de personas, y no sólo a unas cuantas. Tener una postura abierta, entendiendo que hay muchos interlocutores de muy diversos tipos, que corresponde a una pluralidad discursiva. En este sentido hay que entender que existen “dialectos sociales” y que no todos dominan expresiones o palabras de otros estratos, tales como jergas profesionales o técnicas, diferentes géneros o discursos literarios, lenguajes de generaciones y edades, lenguajes de corrientes ideológicas, lenguajes de círculos o modas de un día o esporádicos, vocabularios circunstanciales momentáneos, etc. |
El discurso no es abarcativo, íntegro, cabal, general o universal, sino que, al contrario, sólo lo pueden entender unos cuantos. |
Conocer los elementos extralingüísticos que rodean al lenguaje y que nos pueden ayudar a entender si nuestro mensaje fue captado positivamente. Hay que tomar en cuenta no sólo los elementos lingüísticos, sino también los valorativos y emotivos. |
Lanzar el discurso sin tomar en cuenta que el interlocutor no entiende, no capta el mensaje, se está aburriendo hasta el grado del hastío o la molestia. |
Entender que la lengua es un sistema, y que en este sentido nuestro discurso también debe estar sistematizado, es decir, debe estar estructurado coherentemente. |
Realizar un discurso poco coherente, sin estructura ni congruencia. Un discurso sin relación entre sus partes no llega a ser entendido por el interlocutor. |
Tener siempre presente que, de acuerdo con la intencionalidad del discurso, el interlocutor puede reaccionar ante ella favorable o negativamente, ya sea con una reacción inmediata, virtual, futura, personal, colectiva o generalizada. |
Eliminar cualquier reacción positiva o negativa por parte del interlocutor. Evitar cualquier reciprocidad proveniente del interlocutor. |