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Las ciencias que estudian las relaciones entre oralidad y escritura son la lingüística, la antropología, la etnografía, la lexicografía, la semiología y, por supuesto, la literatura. Literatura quiere decir “arte de la escritura o de las letras”, y éstas recogieron entre sus líneas el arte de la palabra oral y las manifestaciones orales populares más primitivas, junto con sus formas discursivas lingüísticas, retóricas o enunciativas propias del discurso oral.

La oralidad y la escritura casi siempre van de la mano. A partir de este binomio, las personas reflexionan y construyen el conocimiento. Por tanto, el lenguaje oral y escrito es un sistema que permite la socialización y el aprendizaje, así como el desarrollo de competencias cognitivas y comunicativas, porque la persona no solo aprende a expresarse por escrito, sino también oralmente en espacios diferentes como las aulas de clase, los congresos, seminarios, foros académicos y culturales, entre otros, en donde pueden desarrollar sus capacidades de expresión oral a partir de un discurso escrito.

El lenguaje escrito, en su función de transmisor de la oralidad, está impregnado de elementos propios de la oralidad como la teatralidad, los gestos y el timbre vocal que denotan tesituras como la tristeza, la alegría, el llanto, etc.; las armonías entre las frases, el ritmo al hablar, la intensidad con las que se pronuncian las palabras y la entonación que dicta emociones diferentes. Todos estos elementos se valen de caracteres gráficos para que sean leídos e interpretados por el lector en un texto escrito.

Generalmente, estas expresiones sonoras-textuales aparecen en la representación de expresiones de decires, refranes, máximas, plegarias o dichos populares, también en los diálogos de los personajes para que los lectores, dentro de su lectura, “escuchen los sonidos vocales”. A esto se le conoce como “literatura oral”. Esta literatura está hecha para ser leída en voz alta o cantada, cuando se trata de poesía o textos rurales o folclóricos, como el caso de los corridos mexicanos o las liras populares.

 

El esfuerzo de los estudiosos por recuperar el arte verbal perteneciente a culturas no letradas (primitivas o tradicionales) ha suscitado la aparición de un curioso oxímoron para designarlo: literatura oral. De modo que el conjunto de mitos, leyendas, cuentos, poemas o canciones tradicionales, etc., recogidos directamente de informantes orales viene a constituir una rama especial de la literatura, subalterna y casi siempre mal considerada, la llamada literatura oral.

Mauricio Ostria González (2001). “Literatura oral, oralidad ficticia”, en Estudios Filológicos, Valdivia, N° 36, pp. 71-80. Print version ISSN 0071-1713. http://dx.doi.org/10.4067/S0071-17132001003600005

 

Lo cierto es que la escritura y la oralidad son las dos formas más antiguas de comunicación, por medio de las cuales el ser humano ha perpetuado su historia. La escritura deja vestigio, la oralidad no, no al menos como lo hace la escritura, pues ciertamente la tradición oral que viaja de generación en generación sí ha dejado existencia de las civilizaciones y de los saberes culturales de la humanidad.

Habría que anotar que la cultura oral y la escrita se fueron desenvolviendo y desarrollando hacia la cultura de la imprenta y, posteriormente, a la cultura electrónica, la cual se basa en la escritura y en la impresión. Además, hoy en día se debe contemplar la comunicación de la palabra por otros medios como la radio, la televisión y la comunicación satelital, así como la comunicación oral electrónica por medio de teléfonos y dispositivos móviles electrónicos y digitales, gracias a los cuales ahora la oralidad puede conservarse en la memoria documental.

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