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La importancia de la lectura

Rigoberto Lasso Tiscareño (2004). La importancia de la lectura. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez / Instituto de Ciencias Sociales y Administración, V. 14 de Cuadernos didácticos: Sociología.

http://www3.uacj.mx/CSB/BIVIR/Documents/Acervos/libros/Importancia_de_la_lectura.pdf

“El leer correctamente es más que simplemente recorrer con los ojos las palabras de un texto. Es establecer un vínculo con el texto que involucra al lector intelectual y emocionalmente. Es desarrollar la facultad de comprender y sentir plenamente un escrito, capacidad que se desarrolla a medida que se frecuenta y ejercita la habilidad intelectual de leer, que es algo mucho más complejo que la sencilla alfabetización. El aprender a leer solo se consigue leyendo. No hay otra vía. En la actualidad nuestros jóvenes tienen una cultura muy ajena a los caminos que conducen a los placeres de la lectura. [...] la lectura implica poner en juego la atención, la capacidad de concentración, liberar la mente de otras preocupaciones y sumergirse en un mundo de desarrollo de la imaginación, de despertar la capacidad de fantasía para trasladarse a otros tiempos y otros lugares; de envolverse en tramas que transforman y permiten vivir otras vidas. En una palabra, facilitan el desarrollo de las facultades intelectuales, las emociones y la imaginación. La sensibilidad, igual que las habilidades o las destrezas, también se educa y se refina. [...]La lectura es una afición, difícilmente se enseña, más bien se contagia. Normalmente se aprende por imitación, como los pasatiempos, los deportes o los juegos de distracción que nos atraen. De ahí que entre más temprana sea la edad para iniciarse en su práctica más sana será y más pronto se llegará a ser un lector calificado. Por lo que es altamente recomendable que los niños se familiaricen con los libros, que vean a los adultos cercanos leyendo y empiecen a experimentar curiosidad y deseos de leer por el solo placer de hacerlo, así, más pronto llegarán a la plenitud como los lectores expertos. A propósito, señala el influyente crítico literario Harold Bloom: “No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial para que leamos. A la información tenemos acceso ilimitado, pero ¿dónde encontramos la sabiduría? Si uno es afortunado, tal vez se tope con un maestro que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos según mi experiencia, es el más saludable desde un punto de vista espiritual. Hace que uno se relacione con la alteridad, ya sea la propia, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La invención literaria es alteridad, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer a toda la gente que quisiéramos, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la falta de comprensión y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional”. [...] Superarse como lector aumenta la capacidad de aprendizaje, mejora y depura el uso del lenguaje, ajusta el razonamiento, retiene la memoria, refina la sensibilidad e incrementa la capacidad creativa”.

 

Cómo leer un libro

Mortimer J. Adler y Charles van Doren (2001). Cómo leer un libro. Una guía clásica para mejorar la lectura. 2ª. ed. España, Editorial Debate.

https://clea.edu.mx/biblioteca/Adler%20Mortimer%20-%20Como%20Leer%20Un%20Libro.pdf

Con el fin de conseguir todos los objetivos de la lectura, el desiderátum debe consistir en la capacidad para leer cosas diferentes a velocidades también diferentes -las adecuadas-, no todas a la mayor velocidad posible. Como observara Pascal hace trescientos años: «Cuando leemos demasiado deprisa o demasiado despacio no comprendemos nada». Como la lectura rápida se ha convertido en una auténtica manía en algunos países, como Estados Unidos, esta nueva edición de Cómo leer un libro analiza el problema y propone la solución de la lectura de velocidad variable, con el objeto de leer mejor, cada vez mejor, pero en unas ocasiones con mayor lentitud y en otras con mayor rapidez. [... ]

Desde el momento en que cualquier tipo de lectura supone una actividad, toda lectura es, en cierto grado, activa. La lectura totalmente pasiva es imposible, pues no podemos leer con los ojos in móviles y el cerebro adormecido. Por tanto, al comparar la lectura activa con la pasiva el objetivo que perseguimos consiste, en primer lugar, en destacar el hecho de que la lectura puede ser más o menos activa, y, en segundo lugar, que cuanto más activa, tanto mejor. Un lector es mejor que otro en proporción a su capacidad para una mayor actividad en la lectura y con un mayor esfuerzo. Es mejor cuanto más exige de sí mismo y del texto que tiene ante sí. [...] Leer supone una actividad compleja, al igual que escribir. Consiste en gran número de actos distintos, todos los cuales han de ejecutarse en una buena lectura. La persona que pueda realizar el mayor número de estos actos será la más dotada para leer. [...]

Podríamos definir el arte de la lectura como sigue: el proceso por el cual la mente de una persona, sin nada con lo que funcionar sino los símbolos de la materia lectora, y sin ayuda exterior alguna * [Existe una situación en la que conviene pedir ayuda externa para leer un libro difícil], se eleva mediante el poder de su propio funcionamiento. La mente pasa de comprender menos a comprender más. Las operaciones que producen este proceso son los diversos actos que constituyen el arte de leer. [...]

Naturalmente, la lectura persigue otro gran objetivo además de obtener información y comprensión, el entretenimiento [...]. Este tipo de lectura es la que plantea menos exigencias y la que requiere menos esfuerzos. Además, no tiene reglas. Toda persona que sepa leer puede hacerlo para entretenerse siempre que lo desee. En realidad, cualquier libro que pueda leerse para obtener comprensión o información probablemente también puede leerse para entretenerse, al igual que un libro que puede incrementar la comprensión puede leerse asimismo por la información que contiene. [...]

El objetivo que persigue el lector, ya sea el entretenimiento, la información o la comprensión, determina su forma de leer, y la eficacia con la que realiza la lectura es determinada a su vez por la cantidad de esfuerzo y destreza que aplica a la lectura. En términos generales, podemos establecer la siguiente regla: cuanto mayor el esfuerzo, tanto mejor, al menos cuando se trata de libros que en principio superan nuestra capacidad como lectores y por consiguiente pueden elevarnos de una situación de menor comprensión a otra de mayor comprensión. [...]

La lectura de un libro debería ser una conversación entre el lector y el escritor. Lo más probable es que éste sepa más sobre el tema que aquél; en otro caso, el lector no se molestaría en leer su obra, pero la comprensión supone una tarea doble: la persona que aprende tiene que plantearse preguntas y planteárselas al enseñante, e incluso tiene que estar dispuesta a discutir con éste una vez que ha entendido lo que dice.

 

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