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“No basta alfabetizar para lograr que las personas lean, es necesario que éstas quieran hacerlo; porque disfrutan de ello. Además, este gusto por leer no es algo que se da espontáneo, sino que implica, además de la habilidad de leer y la posibilidad de tener acceso a los libros, el desarrollo de una actitud positiva hacia la lectura. Este gusto por leer no es algo innato, no nacemos lectores o no lectores, nos hacemos una cosa u otra a través de nuestras experiencias de lectura”.

 (María Trinidad en su artículo “El desarrollo de una conducta lectora a través del aprendizaje significativo” (Revista Investigación bibliotecológica, Archivonomía, Bibliotecología e Información, México, CUIB/IIBI, UNAM, V. 3 Núm. 7, 1989).

 

La lectura estética se ha encajonado erróneamente en los ámbitos recreativo, de entretenimiento o, en el mejor de los casos en el cultural, porque otorga beneficios de tipo lúdico y emocional, sin embargo, las experiencias estéticas también te pueden ayudar a ampliar tus capacidades en tu desempeño académico, social y personal.

La lectura estética puede activar tus capacidades racionales, pues te ayuda a comprender, entender contextos, interpretar frases, analizar filosofías, relacionar hechos, criticar posturas, imaginar sucesos, sentir y disfrutar emociones, sentir goce al leer y descubrir cosas nuevas. Con este tipo de lectura puedes cultivar sensaciones y expresar y sentir emociones y sentimientos, pero al mismo tiempo amplías tu cultura y el entendimiento del mundo y sus acontecimientos.

El “placer de leer” o “placer por leer” no es exclusivo de los géneros literarios, tales como la novela, el cuento o la poesía, pues también se puede encontrar placer en textos disciplinares como los científicos, los psicológicos, los religiosos o filosóficos, entre otros muchos, en donde también radica el placer por aprender e identificar e identificarse con los textos, en otras palabras, en donde puedes tomar consciencia de lo leído.

Las lecturas que te otorgan un goce estético son todas aquellas en donde obtienes deleite, disfrute, contemplación y absorción, pero también puedes incentivar tus reflexiones y capacidades críticas, y también motivarte a realizar actividades en tu persona o en beneficio de las sociedades, transformándose entonces en experiencias vitales.

 

Pedro Aullón de Haro, “Lectura y estética como arte y problema académico entre el siglo XX y la globalización”, en Elsa M. Ramírez Leyva (Coord.), De la lectura académica a la lectura estética, Ciudad de México, UNAM, Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, 2019, pp. 3.

La lectura, en general y respecto de las diferentes lenguas y dimensiones y clases de soporte sobre los que se ejerce, especifica un gran campo estético atinente a la percepción y la aprehensión, más la amplia gama de planos y derivadas que a partir de ahí se suscitan. Evidentemente, existe una disposición estética de la lectura en lo que se refiere a la lectura de textos literarios artísticos, por cuanto éstos promueven la cualidad estética notablemente por encima de las disposiciones académicas de actuación lectora y objeto a leer. Pero también es de reconocer que otros modos de esa cualidad estética se producen en cualquier forma de lectura no artística. A mi juicio, la lectura establece el “lugar primordial estético”, siendo que lo estético se refiere a la totalidad y la lectura al ser humano y al lenguaje, es decir, a aquello que hace al ser humano tal y, de otra parte, sitúa a la lectura en una ontología de la “inherencia” y en el “centro” del saber, más propiamente de las “Ciencias Humanas”.

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La lectura, actividad altamente compleja y a un tiempo paradójicamente común, al igual que todo lo relativo al lenguaje verbal y al psiquismo humano, crea una ‘esfera terciaria del lenguaje’, tras habla y escritura. Esta esfera terciaria establece una suerte de síntesis o convergencia de sus dos anteriores, sin las cuales no existiría. Establece una ‘reflexividad’ y una manera de circularidad que alcanza el reencuentro como ‘acto de dar vida’. Toda lectura es dación de vida a una escritura inerte. Si la lectura presupone el silencio mental y el habla ya es prueba concluyente, la escritura encierra la ‘voz’. Pero además la reflexividad de la lectura erige por sí una plenitud humana, un lugar cenital de la ‘continuidad’ y del centramiento del Logos. Si es condición de la lectura la continuidad de habla y de escritura, su gran virtualidad consecuente consiste en el despliegue reflexivo de la lectura, en la construcción psíquica mediante la concentración y funcionamiento de las facultades humanas, del intelecto y la imaginación sobre la base de la memoria. Por ello la lectura, y el arte de la lectura son justamente creación de humanidad.

 

Johann Pirela Morillo, “Lectura estética como estrategia transversal para la formación académica de profesionales universitarios”, en Elsa M. Ramírez Leyva (Coord.), De la lectura académica a la lectura estética, Ciudad de México, UNAM, Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, 2019, pp. 36-37.

En torno a la lectura, son diversas las conceptualizaciones y caracterizaciones que se han planteado, pues es un proceso que implica mucho más que decodificación e interpretación de textos para desvelar significados y construir la comprensión de la estructura que organiza los mensajes expresados en todo tipo de documentos: gráficos, pictóricos, impresos, digitales, audiovisuales. Con la intención de ofrecer una visión precisa acerca de cómo podría entenderse la lectura estética, se realiza un rápido repaso por algunas posturas que permitirán ofrecer un panorama conceptual sobre ésta, con énfasis en sus altos grados de pertinencia en los actuales momentos, signados por nuevos retos que las sociedades de la información y del conocimiento imponen a las bibliotecas, entendiéndolas como espacios de culturización, socialización y fortalecimiento de competencias académicas, dentro de las cuales se ubican las informativas, cognitivas y de expresión y creatividad.

Diferentes autores, entre ellos Rosenblat (1978), plantearon el paradigma de la teoría de la respuesta del lector (Reader Response Theory), según el cual se asiste a una transacción estética que no sólo le otorga especial prevalencia a lo cognitivo, sino que se considera también lo que la investigadora denomina como lo “visible”, es decir, la respuesta resultante de una transacción de visiones de mundo entre autor y lector. Con la lectura estética se asiste a un desplazamiento de un encuentro unidireccional, vertical y solo decodificador en la relación lectores-textos a una concepción mucho más orgánica que lleva al lector a establecer encuentros muchos más dialógicos y holísticos con los textos, los cuales no sólo se asumen desde lo racional, sino también desde las posibilidades de desarrollar experiencias estéticas, con lo cual se incursiona entonces en una formación de los sentidos y de las sensibilidades. De acuerdo con esta visión, la lectura no es un proceso que se agota en el acopio de contenidos lexicales, sino que transita hacia nuevos horizontes de sentido, sustentado en el componente estético inherente al propio proceso de lectura.

Otras investigadoras como Sánchez (2003), se habían referido también a que la naturaleza cognitiva va a la par de la naturaleza estética del proceso de comprensión lectora, de ahí que se asuma que la lectura abarca tanto lo cognitivo como lo estético, y este último aspecto es de vital importancia en virtud de los sonidos, texturas, emociones y sentimientos que pueden despertar los textos.

Hablamos entonces de una fuerza telúrica inmanente a la realidad de las propias textualidades, narrativas y expresividades presentes en los contenidos. Ello incita a pensar que con la lectura se adquieren no sólo herramientas de tipo lingüístico y terminológico, necesarias para acrecentar el arsenal comunicativo y cognitivo, sino también otro tipo de herramientas que tienen que ver con la formación de la sensibilidad, con lo cual también se desarrollan habilidades de creatividad y expresión.

Siguiendo estas ideas, Aullón de Haro (2012) señaló el hecho de que la lectura posee una alta potencialidad estética, en virtud de su fuerza vivificadora, múltiple y multiplicadora. La lectura no sólo es desvelar significados a partir del descifrado de mensajes, sino que alude a un acto dialógico que reúne los sentidos de la vista y del oído.

La lectura es expresión en su sentido práctico y lingüístico más complejo, donde arranca el carácter prismático de su capacidad estética. La lectura pertenece, entonces, a la esfera de la idea, del sentimiento o la emoción y la memoria. Esta visión estética de la lectura se enfatiza con los planteamientos de Suárez (2014), quien, reconociendo la estética de la recepción, considera al texto como un objeto abierto y plurisignificativo y al lector como el constructor de sus sentidos e indeterminaciones. Se considera significativo resaltar también el sentido mediador de los procesos cognitivos que se necesitan para acceder al sistema de representaciones que se abren a partir de los procesos y prácticas de lectura. Retomando las ideas de Suárez (2014), se señala que, con respecto a la experiencia de lectura, se trata de un encuentro pasional entre texto y lector, que se nutre de lo intuitivo, de lo sensorial y de lo expresivo. Asimismo, la alimentan factores de la imaginación y sensibilidad humana que configuran un campo rico de posibilidades.

 

Algunas recomendaciones de Adler y Van Doren (Cómo leer un libro. Una guía clásica para mejorar la lectura, 2001) para que realices una buena lectura estética son:

  • Elige una lectura que presumas te va a agradar, puede ser de literatura, un ensayo o algo teórico, pero es importante que te agrade y se adecue a tus gustos.

  • Si quieres ser un buen y mejor lector, no puedes leer cualquier libro, tiene que ser uno que se adapte a ti, pero también tiene que darte la oportunidad de crecer como lector, tiene que ser un libro que no te ponga límites a tus propias capacidades: “sólo con ellas se ensancha la mente, la única forma de aprender”.

  • Identifica los libros que te imponen exigencias en beneficio del mejoramiento de tu destreza lectora.

  • Si lo que buscas sólo es pasar un tiempo agradable, durante un tiempo de ocio, elige obras de mero entretenimiento.

  • Pero si lo que buscas es aumentar tu enriquecimiento cultural y estético, elige obras que no sólo te informen, sino que te ayuden a aumentar la comprensión y análisis de los hechos.

  • Recuerda que un buen lector es exigente consigo mismo, así es que una buena experiencia estética es la que produces cuando la lectura te ayuda a exigirte ser más de lo que eras cuando comenzaste a leer.

  • Lee activamente, realiza esfuerzos importantes que te hagan sentirte satisfecho con tu lectura y sobre todo sentir una satisfacción por autosuperarte.

  • Recuerda que las obras que presentan un constante reto a tu destreza no necesariamente son las que tratan temas desconocidos, así es que aventúrate a leer cualquier obra con la convicción de que la disfrutarás.

  • Un buen libro, dicen Adler y Van Doren, es el que sí ofrece una recompensa a quien intenta leerlo. Y las recompensas pueden ser el mejoramiento de la destreza lectora cuando llegas a comprender una obra difícil, y el que te enseñe algo sobre el mundo y sobre ti mismo.

  • Aprende algo más que a “leer mejor” y meros conocimientos o información; aprende más sobre la vida y adquiere sabiduría.

 

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