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Es innato en el ser humano distinguir entre las acciones buenas de las malas. El ser humano moral siempre ha de inclinarse hacia las acciones buenas conformadas hacia el bien y la virtud; y ha de apartarse de las malas, que por lo general se relacionan con vicios, delitos, infracciones o crímenes.

Se consideran acciones buenas las que tienen relación con la honestidad, la utilidad, lo deleitable, lo sustancial, lo moral, la belleza, la salud, la esperanza, el orden, la caridad, la libertad, la realidad y la voluntad. Por su parte, son acciones malas las que tienen relación con la imperfección, la deshonestidad, el dolor, el disgusto, la violación de las leyes, la privación del bien, el error, la enfermedad, la privación de la libertad, la apariencia, el desorden.

 

“Adquirimos las virtudes como resultado de actividades anteriores. Y éste es el caso de las demás artes, pues lo que hay que hacer después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo. Así nos hacemos constructores construyendo casas, y citaristas tocando la cítara. De un modo semejante, practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación, moderados, y practicando la virilidad, viriles.

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Además, las mismas causas y los mismos medios producen y destruyen toda virtud, lo mismo que las artes; pues tocando la cítara se hacen tanto los buenos como los malos citaristas, y de manera análoga los constructores de casas y todo lo demás; pues construyendo bien serán buenos constructores, y construyendo mal, malos”.

Aristóteles (1985). Ética nicomáquea. Ética eudemia. Introd. Emilio Lledó I. Trad. y not. Juli Pallí B. Madrid, Edit. Gredos (Biblioteca Clásica Gredos, 89), p. 159.

 

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